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Carl Perkins: un padre fundador.

por Eduardo Leyton-Pérez


Con una nueva versión del polémico y tristemente célebre ranking de las 500 mejores canciones de la historia del rock and roll publicada por la revista Rolling Stone a fines del mes de mayo, índice que, fuera de la exclusión de piezas fundamentales  del género (Stairway to heaven, de Led Zeppellin, relegada al puesto 31) aparecieron como  “consagrados” de todos los tiempos  un tema de la cantante pop Beyonce  (ojo: “de todos los tiempos”). El asunto puso de nuevo en el tapete los criterios que definen, definieron y deban regir para la consideración de una composición  -en regla con los atributos de pieza de arte- cómo un obra clave que sea comprendida no solo en su instante, sino que en un futuro musical del mediano plazo sea este un “tema ineludible” en la historia del género que, si bien es cierto ha sido uno de los más revolucionarios en el desarrollo del arte occidental, también ha contado desde sus inicios mismos con una heterogénea variedad de sub-vertientes, muy similar a los orígenes mismos  del rock que a estas alturas –aunque con riesgo de caer en purismos excesivos- se ha transformado en un género de culto.

Pero,  ¿qué de nuevo puede tener este ranking?  A parte de  nombres más y nombres menos que se vienen repitiendo desde hace mucho (Bob Dylan, The Rollings Stones, The Beatles, Little Richard, Elvis Presley, The Doors  -increíblemente con un solo tema-, etc, etc.) apareció en su última versión  en un tímido  lugar,95 el inolvidable “Blue suede shoes” caratulado y atribuído a Elvis Presley: sin duda, se volvía a caer en la polémica de que cada vez actualizado el ranking, deja tras de sí a relegados  de siempre. La composición, asi como su original difusión y  popularidad le pertenece a uno de los míticos integrantes del “Million Dollar Quartet” de la Sun Records (gracias, Sam Phillips por talentos concedidos…),  un pionero incluso, y con riesgo de quedarse corto en los adjetivos, arquitecto (que me perdone Little Richard…): Carl Perkins, padre del rockabilly, primer subgénero y vertiente original de lo que ya, en los 50, pudo llevar el apelativo de “Rock and Roll”. 

Y es aquí donde menester es que nos detengamos  en el “Blue Man” (por su predilección a usar ropas de ese color, como Cash, el negro).

Ya establecidas las bases del Rithm and  Blues, la influencia del Gospel , los últimos resabios del  Swing (los músicos negros del jazz darían por superada esa “pobre etapa” como  diría Charlie Parker) y la irrupción frenética del Bebop , surgía con tímidos destellos una música que sonaba a pobreza y marginación invisibilizada, -porque era pobreza de blancos-, el “Country”, estilo musical que nacía como un hijo bastardo de todos los anteriores, coincidentemente en los estados del centro sur de EE.UU., en medio de las grandes fincas de algodón y maíz de Tennessee y cercanos a New Orleans.  Fue en esos parajes, más precisamente en Tiptonville (nació el 9 de abril de 1932) que Carl Lee Perkins, hijo de modestos campesinos arrendatarios -algo así como los “medieros” chilenos- vio enriquecida su vida con el canto de los negros que trabajaban en el algodón.  Su padre, conciente de la vida plagada de privaciones para el niño Carl y entendiendo que el talento abre caminos aunque cueste, no halló nada mejor que  confeccionarle con sus rudas manos de agricultor una especie de guitarra hecha de una caja de tabaco y alambre para embalar fardos; rudo comienzo para Perkins, pero que sin embargo haría de las delicias de sus primeros años, al observar y escuchar desde lejos (en esos tiempos, les estaba estrictamente prohibido a los blancos acercarse a las iglesias y centros de reunión de los negros) a los afroamericanos en la iglesia baptista de la comarca cantar temas de spiritual y góspel a los que luego, él tomaría sus ritmos y transformaría colocando sus propias letras, afines a la realidad de la pobreza y vida de los blancos medieros de Tennesse.

Ya en 1945, Carl Perkins, hecho un músico en su totalidad con solo trece años, gana un concurso de talentos en una radio local con el tema “Movie Mag”, composición caracterizada ya por una fina y técnica interpretación de la guitarra y por una voz que sin ser aguda, poseía una tesitura con el acento clásico del country.  Se pasaría los siguientes 10 años de su vida, intercalando la escuela y el trabajo en el campo con tocatas y presentaciones en bares, clubes y todo tipo de reuniones en los que diera lugar la música en vivo en su pueblo, junto a su hermanos Jay, en la guitarra y Clayton, en el bajo. Hasta aquí, la realidad de Carl Perkins no era para nada distinta a la del resto lo quienes serían sus futuros compañeros de generación como Johhny Cash, Elvis Presley, Roy Orbison y Jerry Lee Lewis.  Imponerse en la escena, luchar contra la pobreza, hacerse de un nombre  en medio del dominio casi absoluto de los músicos afroamericanos y de la época de oro del Jazz.  Así las cosas, estas giraron en 180 grados llegado el año 1955.

En Memphis, siempre en Tennesse y para sorpresa de todos en una ciudad conservadora, racista y poco acostumbrada a la bulla, un visionario Sam Phillips, productor y técnico en radio, visiblemente impresionado por la cantidad de músicos y variedades de estilo a que daba pie el góspel, dimensionó que algo distinto se gestaba en ese estado.  Ni corto ni perezoso, instaló un estudio de grabación en una céntrica calle de Memphis con el llamativo (y descarado) “Haga su grabación profesional aquí”.  La historia ya es conocida  hasta ese instante.  Como el resto de los de la “Clase del 55”, Perkins fue de inmediato pesquisado por el visionario Sam Phillips, llevando hasta los más altos charts de la música popular norteamericana  una vieja canción  que versaba  sobre  la situación de un saco de papas, compuesta en una de sus tantas tardes de trabajo en el campo ayudando a sus padres:  “Blue suede shoes”.  Alcanzó el no. 1 del Billboard en categoría country, el no. 4 en la de música pop y el 3 en el de Rithm and Blues. En la lejana Inglaterra, alcanzó el “Top ten” y Sam Phillips sacaba cuentas más que alegres: “Blue suede shoes” era el primer simple del sello que vendía sobre el millón de copias.   La música le abría el camino a un empeñoso Carl Perkins y lo situaba entre la pléyade de pioneros del rock y en especial, del rockabilly, un género en el cual la importancia del sonido de guitarras secas y de rápida digitación sin quitarle el sonido semi acústico que le caracteriza comenzaba a imponerse entre los jóvenes norteamericanos de la época, con letras que anunciaban ya, aunque tímidamente, de que la revolución generacional se venía de la mano con una música que retrataba la rebeldía y las contradicciones del país.  Hasta hoy, el rockabilly recurre a los mismos motivos que le vieron nacer: los paisajes del campo, la rapidez extraña de la urbe y cantarle a la alegría en medio de la pobreza y marginación con desenfado.

Todo iba sobre ruedas  -literalmente- pues el mítico “Caravan Tour” de 1956 giraba por todos los rincones y carreteras de los Estados Unidos con presentaciones llenas hasta las banderas con el mismo Carl Perkins junto a Elvis Presley, Johhny Cash, Roy Orbison, June Carter  y Jerry Lee Lewis, haciéndose del furor de la juventud de la época y compitiendo por otro lado, con los “arquitectos” negros  del Rock and Roll como Chuck Berry, Little Richard, B.B. King y Muddy Waters.  La fiesta ya estaba andando;  el rock se había destapado. Pero en lo que respecta a Carl Perkins y para nada siendo la excepción a la regla, la vida le jugaría una mala pasada en el momento peak de su ascendiente y ya consagrada carrera.

El 21 de marzo de 1956, Perkins y su banda, en la cual ocupaban un lugar destacado sus hermanos Jay y Clayton,  sufren un terrible accidente automovilístico en instantes en los cuales se dirigían a una presentación de TV de en show de Ed Sullivan, paradero imprescindible de todas las nóveles estrellas de rock de ese momento.  Fallecen trágicamente en ese accidente Jay Perkins y el manager de la banda;  de paso,  Carl es relegado a un año fuera de los escenarios debido a una  grave fractura de cráneo.  Con todo, Perkins tuvo que conformarse con mirar desde la vereda del frente como su gran amigo Elvis Presley  alcanzaba con su mismo tema top “Blue suede shoes” reversionado por Sam Phillips, índices de popularidad mayores a los conseguidos por él mismo hace un año atrás, lo que de paso, dejó en la tinieblas del olvido a su autor original.  Una costumbre muy extendida y sana para la época fue la de reversionar temas por uno u otro intérprete sin las luchas de egos y ni del “avivamiento” de las crápulas asociaciones de derechos de autor ,siendo así como por ejemplo, temas de Little Richard eran intrepretados por Elvis Presley,  por Jerry Lee Lewis y viceversa,  como también del mismo Johhny Cash por Bob Dylan.  Incluso  LittleRichard grabó su propia versión de “Blue suede shoes” muchos años después junto a su banda, The uppsetters, en la cual ya militaba Jimi Hendrix(en uno de los tantos regresos y arrepentimientos del “arquitecto” entre la religión y el escenario).  También su tema “Long Tall Sally” fue popularizada por Elvis en otra versión, conviviendo traquilamente ambos registros entre los gustos del público.

Pero volvamos a nuestra estrella.

Tras el accidente de marras que hizo desaparecer a Carl Perkins de la escena por mucho más allá del año recomendado por lo médicos, este no fue obstáculo para que el grueso público le olvidara.  Rapidamente la Columbia Records, que no deseaba quedarse esta vez mirando como la Sun Records le quitaba la preponderancia inicial en la industria (Columbia ofreció contratos millonarios nunca antes vistos a las estrellas pioneras del rock, terminando por quebrar a la Sun) no se hizo esperar y contrató a Perkins en un intento por revitalizar su carrera y hacerlo reverdecer laureles con esa voz  privilegiada y exquisita técnica como guitarrista que lo habían hecho famoso.  Con la Columbia grabó una decena de discos.  Pero el éxito estuvo lejos de suceder.  El rock y su público avanzaban demasiado rápido; un año y algo más fuera le hicieron perder no solo popularidad si no que ya el fenómeno del Rock and roll había cruzado fronteras. Estrellas como Chuck Berry, Johhny Cash, Elvis Presley y los incorregibles Little Richard y Jerry Lee Lewis se habían instalado poco a poco en la escena de Inglaterra, desde donde el rock volvería a su cuna norteamericana revitalizado con agrupaciones como The Who y The Beatles. Y fue precisamente gracias a estos últimos que la figura de Perkins es reconocida y escapa a perder la vigencia de la cual muchos  ya creían lejana para él.  Temas como “Matchbox”, “Honey don’t” y “Everybody’s trying to be my baby” fueron himnos escuchados por sus seguidores todo ese tiempo, contándose entre los más entusiastas al cuarteto de Liverpool, que una una vez pisado suelo norteamericano, se dio el tiempo de buscar y compartir escenario con dos de quienes consideraban sus ascendientes:  Carl Perkins y Roy Orbison.

Ya pasada la primera fiebre beattlemaniaca, y en plena “invasión inglesa” a los Estados Unidos, los viejos tercios luchaban por mantener vigente el estilo e impronta de los primeros tiempos. Y no transaban.  Por lo mismo, y tras su recuperación de la fuerte adicción a las anfetaminas que le hizo crisis a mediados de los sesenta, es Johhny Cash quien llama a la escena a quien fuera por años, uno de sus grandes amigos.  Cash necesitaba revitalizar su carrera y para ello, reformaría la alineación de su banda acompañante de siempre, The Tennesee Three (W.S. Holland, Luther Perkins y Marshall Grant) incorporando a Carl Perkins como segunda guitarra y coros (también incorporaría a The Startler Brothers y a The Carter Family en los coros).  Para Carl, esto era un golpe anímico y musical certero, pues con Johhny, daba pie a que sus composiciones más country sacudieran el viejo polvo que las cubría y en tanto para Cash, sumar a su amigo a la banda significaba un bonus irrefutable.  Es con Carl Perkins que graba uno de los álbumes  más significativos de la historia del rock, “At folsom Prison” (1968), seguido de “At San Quentín”, ambos conciertos registrados en vivo en cada una de las cárceles de alta seguridad, lo que fue considerado una locura en su tiempo (de hecho, la CBS, casa discográfica de Cash, no prestó el apoyo para la grabación y todo fue autogestionado por él) convirtiéndose “At Folsom Prison” en el único álbum que superó en ventas a los discos de The Beattles en los EE.UU.  Tras la trágica muerte de Luther Perkins (sólo alcance de apellido), Carl pasa a ocupar el puesto de guitarra líder en el grupo e integrándose Bob Wooton en el puesto del fenecido Luther.  Tras el éxito con Cash, Carl Perkins se pasaría más de 10 de giras y grabaciones con su amigo,  componiendo temas tan emblemáticos como “Daddy sang bass” en 1968, popularizado por Johhny Cash y que se mantuvo semanas en el chart no. 1 de las listas, hermosa y significativa canción que retomaba el viejo sonido gospel  y las historias de los años de infancia, pobreza y sacrificios familiares  de los Perkins en los campos de Tennesse.

Intercalando las giras con Johhny Cash, Carl  Perkins también grababa y giraba con sus dos hijos, Stan y Gregg, quienes lo acompañarían hasta el final y también, en el resurgir del rockabilly a principios de los años 80, grabando junto a Paul Mc Cartney, “Tug of War”, con un dçuo inolvidable del tema “Get it” en 1982.  En 1985, registra una nueva versión de “Blue suede shoes” junto a los Stray Cats, grabación para la película “Porky’s  revenge”.  Pero los años que vendrían iban a ser los de la consagración definitiva de Perkins.

Un proyecto televisivo logró reunir en 1985, a legendarias figuras del rock and roll que reconocían en Carl Perkins a un padre fundador.  Junto a él, se dieron cita Rosseane Cash, George Harrison, Ringo Starr y Eric Clapton, entre otros, para dar vida al concierto “Carl Perkins and friends: a rockabilly sesión”, video superventas de su tiempo y en donde leyendas vivas de la música hacían un justo reconocimiento a quien consideraban una pieza fundamental para comprender el desarrollo e historia del rock and roll.  Ese mismo año, Carl fue incluído en The Nashville songwriters Hall of fame,  primer paso para que en 1987. Se le reconociera en The Rock and roll Hall of Fame como uno de los padres fundadores del género y a la vez, uno de sus más influyentes músicos. 

En  1986, la mítica casa Sun Records logra reunir en un disco, hoy de culto, a sus viejas estrellas en la placa titulada “Class of 55”, en el cual intervinieron Jerry Lee Lewis, Roy Orbison, Johhny Cash y Carl Perkins como homenaje a la discográfica y también en conmemoración a las ya míticas jam sessions de 1955 registradas por The Million Dollar Quartet, en el cual estaba también Elvis Presley.

La deuda no podía estar más que saldada, incluso como si se hiciera patente el viejo tema country popularizado por él y Johhny Cash,  “The old account was settled long ago”.  La década de los 90 le recibió como un viejo cónsul y en pleno proceso creativo que lo llevaron a grabar más de 40 placas en total durante toda su carrera, siendo invitado frecuente a intervenir y colaborar en proyectos de rockabilly y hard rock de la más variada índole.  En esa década, Junto a Little Richard, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis y Johhny Cash, Carl Perkins era leyenda viva en todos lados, registro que quedó de manifiesto en su último disco, “Go, cat go!” junto a músicos como Paul Simon, John Fogerthy, Tom Petty y Bono. Tal vez por eso, fue que la opinión musical internacional quedó desolada al enterarse de  que un cáncer de garganta acallaba para siempre su voz en vivo, tras varios ataques previos, un 19 de enero de 1998, a sus lúcidos, creativos y vitales 65 años de edad.

Pero fue solo su voz en vivo la que nos dejó, mas no su impronta, tan viva y vigente que hace de la presente reseña, el tributo de esta edición.